Juan Manuel Pérez García
Detective Privado, Director Seguridad y Consultor Independiente en Criminología y Criminalística
Madrid, España
La figura de Jack el Destripador no solo ha generado una leyenda en torno al crimen, sino que también ha servido como caso fundacional para muchas disciplinas modernas de la criminología, la medicina forense y la psicología criminal. A pesar de que los crímenes ocurrieron hace más de 130 años, continúan siendo objeto de estudio académico y de interés popular. Este artículo ofrece un análisis técnico del caso desde una perspectiva criminológica y forense, abordando no solo los hechos conocidos, sino también lo que el caso ha enseñado —y sigue enseñando— a los profesionales de la seguridad y la investigación criminal.
Contexto histórico y social: Londres en 1888
Para comprender la complejidad del caso, es fundamental situarlo en su contexto. En 1888, el distrito de Whitechapel en el East End de Londres era una zona empobrecida, densamente poblada y con altos índices de criminalidad, prostitución y condiciones insalubres. Las víctimas de Jack el Destripador eran mujeres, en su mayoría trabajadoras sexuales, que vivían en condiciones extremas de vulnerabilidad.
La Policía Metropolitana y la City of London Police compartían jurisdicción en la zona, lo que complicaba la investigación por falta de coordinación, competencia institucional y recursos limitados.
Los crímenes: modus operandi y víctimas
Se atribuyen al menos cinco homicidios a Jack el Destripador, conocidos como las «víctimas canónicas»:
- Mary Ann Nichols (31 de agosto de 1888)
- Annie Chapman (8 de septiembre de 1888)
- Elizabeth Stride (30 de septiembre de 1888)
- Catherine Eddowes (30 de septiembre de 1888)
- Mary Jane Kelly (9 de noviembre de 1888)
Modus operandi:
- Ataques nocturnos en lugares públicos o semiocultos.
- Degollamiento como método inicial para incapacitar.
- Mutilaciones post-mortem, con extracción de órganos en algunos casos.
- Escenario del crimen no alterado deliberadamente para ocultar evidencias.
El grado de violencia y precisión quirúrgica llevó a especular sobre una formación médica o de carnicero del autor.
Análisis criminológico del caso
1. Perfil del agresor
Basado en técnicas modernas de perfilación criminal, se infiere que el agresor probablemente:
- Era un hombre de entre 25 y 40 años.
- Caucásico, residente en la zona.
- Con habilidades anatómicas, posiblemente autodidacta.
- Inteligente, meticuloso y con conocimiento de la rutina policial.
Tipo de agresor: Se ajusta al perfil de un asesino serial organizado con componentes ritualistas y posiblemente sádicos. Su aparente autocontrol, desaparición sin dejar rastro y la falta de pistas contundentes refuerzan la hipótesis de alguien con una personalidad antisocial con capacidades funcionales intactas.
2. Elección de víctimas
Todas eran mujeres vulnerables, lo que sugiere una selección basada en disponibilidad y facilidad, más que por motivos personales. La relación entre violencia y control apunta a una motivación de poder, más que sexual o económica.
Medicina forense: límites y enseñanzas
En 1888 no existían técnicas modernas como el ADN, el análisis de huellas digitales o la fotografía forense estandarizada. Las autopsias fueron fundamentales, pero estuvieron limitadas por la tecnología de la época.
Errores y dificultades forenses del caso:
- Contaminación de la escena del crimen por curiosos.
- Falta de protocolos unificados de preservación.
- Escasa formación de los primeros intervinientes.
- Perdida o destrucción de evidencias clave.
Enseñanzas forenses modernas:
El caso sentó las bases para el desarrollo de protocolos de fijación del lugar de los hechos, análisis de patrones de heridas, y posterior surgimiento de la criminalística como disciplina formal.
Psicología criminal: hipótesis sobre la mente del asesino
La brutalidad de los crímenes, el simbolismo de las mutilaciones y el hecho de que algunas vísceras fueran extraídas (como el útero o los riñones), sugiere una motivación psicológica profunda. Diversos expertos han especulado sobre trastornos como:
- Trastorno de personalidad antisocial
- Parafilia de tipo necrófila
- Trastornos psicóticos con delirios de persecución o purificación
Ninguna de estas hipótesis puede confirmarse, pero el análisis comportamental indica un deseo de control absoluto sobre la víctima, expresado en la dominación del cuerpo incluso tras la muerte.
Impacto en la investigación criminal moderna
El caso de Jack el Destripador, al no ser resuelto, dejó como legado:
- La necesidad de colaboración interinstitucional en investigaciones complejas.
- La profesionalización de la medicina legal.
- La creación de divisiones especializadas en análisis conductual.
- El nacimiento del interés por el perfil criminal como herramienta auxiliar.
Muchos consideran que la falta de resolución se debió más a errores estructurales que a la astucia del asesino: conflictos de competencia, limitaciones tecnológicas y presión mediática deformaron el proceso investigativo.
Mitos, teorías y cultura popular
Más de un siglo después, Jack el Destripador sigue siendo objeto de fascinación. Existen más de 100 sospechosos propuestos, desde médicos reales hasta artistas, sin que se haya alcanzado consenso. En 2019, un análisis genético de un pañuelo atribuido a una de las víctimas apuntó al barbero Aaron Kosminski, pero los métodos usados fueron cuestionados por la comunidad científica (Louhelainen & Miller, 2019).
Este fenómeno ha dado lugar a múltiples teorías conspirativas y ha contribuido al estereotipo del asesino en serie como genio del mal, idea que muchas veces se aleja de la realidad criminológica.
¿Qué haríamos hoy?
Con las herramientas actuales, una investigación como la de Jack el Destripador incluiría:
- Preservación rigurosa de la escena del crimen.
- Recolección de ADN y huellas dactilares.
- Análisis de video vigilancia, reconocimiento facial y geolocalización.
- Perfil criminal basado en análisis de comportamiento.
- Coordinación internacional (Interpol) si fuera necesario.
El caso, a pesar de su antigüedad, sigue siendo estudiado en academias de policía y universidades como ejemplo clásico de errores a evitar y de evolución forense.
El caso de Jack el Destripador no solo fue un episodio macabro de la historia londinense, sino un punto de inflexión para la criminología y la investigación criminal. Su estudio revela cómo el crimen, más allá del hecho en sí, expone las debilidades y fortalezas de un sistema de justicia, y cómo la ciencia forense y la psicología criminal han avanzado precisamente para responder mejor ante lo desconocido. Comprender a Jack el Destripador es, en última instancia, comprender nuestra necesidad de orden frente al caos, y nuestra capacidad de aprender incluso de lo irresoluble.
Referencias
- Evans, S. (2006). Jack the Ripper: Scotland Yard Investigates. Sutton Publishing.
- Louhelainen, J., & Miller, D. (2019). Forensic investigation of a shawl links Aaron Kosminski to Jack the Ripper. Journal of Forensic Sciences, 64(1), 183–188.
- Turvey, B. E. (2011). Criminal Profiling: An Introduction to Behavioral Evidence Analysis. Academic Press.
- Ressler, R. K., & Shachtman, T. (1992). Whoever Fights Monsters. Simon & Schuster.
- Walkowitz, J. R. (1992). City of Dreadful Delight: Narratives of Sexual Danger in Late-Victorian London. University of Chicago Press.